Las tradiciones definen a los pueblos. Celebran la vida. Cuentan historias. Mantienen viva la herencia transmitida de unos a otros. Hablan de nosotros mismos. Y de los que antes que nosotros habitaron la tierra que pisamos. Fenicios, cartagineses, romanos, vándalos, árabes, catalanes… De todos ellos bebe nuestro folclore, que luce completo durante el llamado ball pagès o baile payés, la tradicional danza de cortejo que se ha celebrado en el campo ibicenco desde tiempos remotos. Durante el mismo, y siempre en común en las diferentes variantes, la mujer baila manteniendo la mirada fija al suelo mientras con pasos cortos y delicados describe círculos a su alrededor. En frente, el hombre da grandes saltos y toca unas castañuelas de gran tamaño tratando de llamar su atención y demostrando su fuerza y hombría.

Los bailes payeses, que se celebran en todas las fiestas patronales, permiten admirar los trajes que tradicionalmente las mujeres y hombres del campo lucían en los días festivos. En la vestimenta femenina destaca por encima de todo la llamada emprendada, un vistoso conjunto de collares elaborados en oro o en plata y coral que cubre su pecho y del que cuelga un relicario con la imagen de una virgen. En la masculina destaca el chaleco, del que cuelgan unos botones con filigrana en oro o plata. En estas citas festivas también se descubren los instrumentos tradicionales ibicencos, como el tambor, la flauta, fabricada con una rama de adelfa vaciada; el espasí, una pieza de metal con forma de espada; y las castañuelas o castanyoles, elaboradas en madera de enebro.