La matanza del cerdo es una arraigada tradición que se celebra en Ibiza desde hace siglos, y tenía como principal objetivo la obtención de alimento para la familia para todo el año. Esta gran fiesta reunía a vecinos y familiares para compartir trabajo, comida, bebida, canciones, rondallas, bailes, juegos y chistes, algo que sucedía solo en contadas ocasiones por la dispersión de las casas. Se solían hacer dos matanzas del cerdo; una, entre Todos los Santos y Santa Catalina -25 de noviembre- (solía ser un lechón –porcella-) y, la segunda, en febrero o marzo. Una vez que el cerdo tenía el peso adecuado, unas 20 roves (200 kg), se hacían los preparativos para el día de fiesta más celebrado del año en la familia ibicenca. De un animal de esta envergadura se podían sacar unos 72 kg de sobrassada, 24 kg de botifarra, 32 kg de tocino, 22 de huesos y otros productos.

Empezaba la fiesta con la salida del sol, el porrón de vino y los buñuelos, que se habían hecho el día anterior y ya estaban preparados, desde muy temprano, para recibir a los primeros invitados. Se empezaba a trabajar y, a media mañana, se reponían fuerzas con pan y embutido, gerret (caramel) en escabeche, cocas con pimientos asados… En ocasiones, se elaboraba una comida de frita de calamar o frita de lomo de cerdo y setas y, en los últimos tiempos, por si alguien puede seguir comiendo, se prepara además un suculento arròs de matances y una frita de porc para cenar.

Sobrassada i botifarra   

Dos de los principales embutidos que se obtienen tradicionalmente de la matanza del cerdo son la sobrassada i la botifarra o botifarró (según su grosor). La sobrassada se elabora con carne, especias, sal y pimentón y se deja curar antes de ser consumida. Por el contrario, el botifarró o botifarra se elabora añadiendo sangre a la masa y cociéndolo en un caldero, por lo que puede ser consumido inmediatamente.