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Otra Ibiza se revela en invierno. Aquella que pasa más desapercibida con el ajetreo estival, cuando el hambre de olas, las actividades acuáticas y el calor nos retienen cerca de la orilla. Otra Ibiza, la que mira más para el interior, aprovecha la lejanía del verano para lucir sus joyas de siempre. Iglesias, casas payesas, pozos y museos entran con fuerza en el cuaderno de viaje esperando a ser disfrutados como se merecen. También sus valles y sus colinas tapizadas de pinos. Cuando las temperaturas se suavizan, los senderos se tornan más atractivos a los amantes del senderismo y el cicloturismo, quienes encuentran variados recorridos para todos los niveles. El invierno es tiempo de fiestas. Y de tradiciones. Y de un sabroso plato caliente de arroz de matanzas. Tiempo de jugar en la playa, visitar mercadillos y sentarse en una terraza al sol. Tiempo de hablar con los ibicencos. De descubrir el principal tesoro del invierno. La gente de Ibiza.