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Muchas han sido las pisadas que nos han traído hasta la Santa Eulària des Riu de nuestros días, desde los primeros pobladores prehistóricos hasta el crisol de nacionalidades que hoy reside en nuestro municipio. Conoce nuestra historia. Sigue los pasos que te han traído hasta aquí. Y después, siéntate a escuchar fabulosas leyendas protagonizadas por los duendes de Ibiza.
Cada día comprendido desde los primitivos asentamientos acaecidos durante la Edad de Bronce hasta los aún recientes tiempos de la llegada del turismo ha ido modelando nuestro municipio. Una historia que asoma, más allá de en los libros, en nuestros paisajes agrícolas, con sus terrazas de cultivo, sus almazaras, sus molinos, sus acequias y sus torres de vigilancia. Y también en nuestras casas e iglesias, concebidas como pequeñas fortalezas.
Historia de Santa Eulària e Ibiza: la vida con la mirada puesta en el mar
Que por nuestro territorio hayan pasado tantos pueblos no es casualidad. La estratégica situación de Ibiza dentro del Mar Mediterráneo, más cerca de Argel que de Barcelona, la convirtió en una base perfecta de avituallamiento. Todo un caramelo que disfrutaron los fenicios, quienes la escogieron como una de las bases de sus rutas comerciales gracias a la preciada sal que obtenían de las salinas, cuya explotación ellos iniciaron. También los romanos pusieron sus ojos en la isla, quienes la llamaron Ebusus y de quienes conservamos huellas en nuestro municipio, como el acueducto de s’Argamassa.
Los tres siglos que los árabes permanecieron en la isla también dejaron su legado en Santa Eulària des Riu, como se puede apreciar en las almazaras, acequias, aljibes, norias y molinos que aún perviven en nuestros campos. O en Ses Feixes, una joya agrícola herencia directa de la ingeniería almorávide. Del nombre que dieron a nuestro territorio, xarc, que significa levante en árabe, ya no queda nada, salvo el concepto de circunscripción que mantuvieron los catalanes al reconquistar la isla para la Corona de Aragón en el siglo XIII. De aquel topónimo se pasó a Quartó del Rei y, con el tiempo, a Santa Eulària des Riu, el nombre que se había dado al primer templo levantado junto al río, que fue destruido en uno de los numerosos ataques piratas que sufrieron nuestras costas hasta el siglo XVII.
De la conquista catalana a la actualidad
El Puig de Missa, levantado como una verdadera fortaleza donde refugiarse de las rafias turcas, vigilaba también los molinos de harina situados junto al río, vitales en la producción del pan, tal y como se puede apreciar durante la visita al Centro de Interpretación del Río Can Planetes. Las casas que rodean la iglesia son fruto de la planificación realizada a finales del siglo XVIII por el obispo Eustaquio de Azara, quien se propuso formar pueblos para acabar con la tradicional dispersión de la población ibicenca. Así comenzó a nacer la localidad de Santa Eulària des Riu que hoy conocemos, aunque no sería hasta principios del siglo XIX cuando se trazaron las vías principales de Sant Jaume y el paseo de S’Alamera.
A partir de mediados del XX, el municipio comenzó a asomarse al mundo a través de aquellos jóvenes adinerados que llegaban a la isla en busca de inspiración para su creatividad o sus vidas. Artistas, hippies, arquitectos, diseñadores y empresarios desencantados de su febril modo de vida comenzaron entonces a recalar en Sant Carles de Peralta, Santa Gertrudis de Fruitera y otros puntos de nuestro territorio, dando el carácter cosmopolita y bohemio que desde entonces ha caracterizado a Santa Eulària des Riu, un municipio siempre vivo que sigue su camino, pisada a pisada.
Leyendas de Ibiza: nuestros duendes son muy juguetones; cuidado no te los lleves en la maleta…
Traviesos, molestos, trabajadores, comilones, nerviosos… Así son los duendes de Ibiza, una herencia mágica que llegó con la conquista catalana y que se cree tiene su origen en la cultura romana. El más popular de los personajes en el imaginario supersticioso de la isla es el fameliar, representado en la forma de un hombrecillo de tamaño menudo, calvo, cabeza grande y extremidades pequeñas. Su principal valor reside en su extraordinaria capacidad de trabajo, pudiendo hacer las labores más duras del campesino en unas pocas horas. Pero, por otra parte, también puede ser la ruina de la casa por su voracidad, la cual se activa en cuanto deja de trabajar. De ahí que las leyendas cuenten que, para evitarlo, se le han de encargar trabajos imposibles de finalizar.
La tradición explica que para conseguir uno de estos duendecillos hay que acudir la noche de San Juan bajo el puente viejo de Santa Eulària des Riu y esperar a que crezca una flor, la cual hay que cortar e introducir dentro de una botella negra. Allí habría de quedar hasta que el campesino necesitase de su ayuda. Si quieres conocer más a este singular personaje, en la localidad de Santa Eulària des Riu puedes seguir la llamada Ruta del Río, en cuyos paneles te hará de guía un fameliar. O puedes pararte en la fuente situada frente al ayuntamiento del pueblo y fijarte en el travieso duende que descansa sobre la roca.
El barruguet, un duende con festival propio
También de genio destemplado es el barruguet, un duende de pequeño tamaño y mente despierta cuya diversión consiste en hacer travesuras en el ámbito doméstico, ya sea echando ceniza en la olla, colgándose del cubo del pozo o haciendo llorar a los niños. En Santa Eulària des Riu se le tiene tanta simpatía que se ha puesto su nombre a uno de los eventos culturales más importantes de la localidad: el Festival de Teatro Familiar Barruguet, una cita pensada para niños y mayores que se celebra todos los años durante el cuarto fin de semana del mes de mayo. Y como no hay dos sin tres, el tercer ser mágico que puebla las leyendas de Santa Eulària es el follet, un espíritu invisible y de carácter inquieto que permitía trasladarse de un lugar a otro sin ser visto por los demás, y que también está presente en la cultura popular francesa e italiana.